El guardián entre el centeno (1951) es una obra escrita por el autor estadounidense J.D. Salinger y considerada uno de los clásicos de la literatura del siglo XX. La edición seleccionada para la realización de esta reseña se publicó en Madrid el año 2010 a cargo de Alianza Editorial y cuenta con 266 páginas.
Jerome David Salinger (1919-2010) fue uno de los escritores más enigmáticos de la literatura moderna. Nacido en Nueva York, inició su carrera literaria realizando publicaciones en revistas. Más tarde llegaría su época de combatiente en la Segunda Guerra Mundial –tomó parte en el desembarco de Normandía-, en la que comenzó a escribir la obra que vamos a tratar, su trabajo más reconocido y el que le llevó al éxito estableciéndolo como escritor de culto, El guardián entre el centeno. Fue también autor de volúmenes de relatos como Nueve cuentos (1953), Franny y Zooey (1961) o Levantad, carpinteros, la viga maestra (1963), obras que escribió una vez se convirtió en eremita tras el temprano éxito literario de su primer trabajo.
La obra de Salinger relata las experiencias de un adolescente de 16 años en Nueva York en los años posteriores a la IIGM. El protagonista, Holden Caulfield, es un chico con problemas escolares que ha sido expulsado de diferentes institutos y que no consigue adaptarse ni encajar en ninguno de ellos –lo que se debe en gran parte a un sistema educativo ineficaz, inflexible e insatisfactorio-. Tras haber suspendido buena parte de las asignaturas, haber sido expulsado de nuevo y abandonar Pencey, el último instituto en el que ha estudiado, decide alojarse en un hotel del centro hasta que llegue el momento de regresar a casa, siendo consciente de los problemas a los que tendrá que enfrentarse cuando su familia de carácter conservador descubra que ha sido expulsado de nuevo. Durante los tres días en los que vaga solo por la ciudad y descubre la actividad nocturna nos muestra los conflictos que tiene con su entorno así como su perspectiva del sexo, las clases sociales u otros aspectos controvertidos de una Norteamérica que se recupera de la guerra, sin obviar el papel que tanto los miembros de su familia como otros personajes de la historia ejercen en esa visión pesimista y crítica de la sociedad que le rodea.
Salinger utiliza la narración en primera persona y un lenguaje coloquial y desinhibido, así como diversas referencias sexuales, algo que suscitó encendidas críticas tras la publicación del libro –no obstante, la obra no es obscena, simplemente es fuerte por su contenido de crítica social-. Un ejemplo del lenguaje espontáneo que utiliza el autor –y que, además, sirve para revelar claramente el carácter crítico de la escritura de Salinger se muestra en un capítulo en el que Holden mantiene una conversación con un taxista sobre la visión de la vida:
“La vida es un juego, chico. La vida es un juego que uno juega según las reglas.
-Sí, señor. Sé que lo es. Lo sé.
Juego, los cojones. Un juego. Si estás del lado de todos los peces gordos, entonces es un juego, de acuerdo. Lo admitiré. Pero si estás en el otro lado, donde no hay peces gordos, ¿entonces qué juego es ése? Nada. Ningún juego”.
Juego, los cojones. Un juego. Si estás del lado de todos los peces gordos, entonces es un juego, de acuerdo. Lo admitiré. Pero si estás en el otro lado, donde no hay peces gordos, ¿entonces qué juego es ése? Nada. Ningún juego”.
Otro punto importante a destacar es la manera en la que el autor consigue hacerte sentir nervioso o ansioso en numerosas ocasiones a través de su redacción, llegando incluso a resultar enervante. El protagonista emplea expresiones que repite una y otra vez durante todo el relato –como “jo”, “eso”, “tío” o “por el amor de Dios”- y es incapaz de exponer sus ideas de forma ordenada evidenciando una inmadurez palpable.
A pesar de que el protagonista no
evoluciona a lo largo de la historia –aunque en el desenlace se da a
entender que sí lo ha hecho en cierta modo-, me parece un personaje
fascinante que oculta una personalidad arrolladora. Es contradictorio,
mentiroso, impulsivo y melancólico a la par que muestra una gran
devoción hacia sus hermanos –sobre todo hacia Phoebe, su hermana
pequeña-, intentando proteger la inocencia infantil que él está
empezando a perder.
Otro de los aspectos que más me gusta de la lectura es que Holden es un personaje que dista mucho del concepto de héroe que encontramos en muchas obras literarias y que llega a resultar repetitivo al lector. Él es un antihéroe y no le importa serlo. En mi opinión, es un personaje fascinante. Es fácil sentirse identificado con él si uno recapitula los años de adolescencia y recuerda esa etapa en la que muchos inician un viaje en el que deben encontrarse a sí mismos, ese momento en el que muchos hemos sido inconformistas por excelencia –cualidad que para mí es necesaria y que hemos llegado a perder obedeciendo las reglas de una sociedad a veces opresora-. Es por ese motivo que el lector puede llegar a empatizar con él y comprender su situación, a pesar de que el joven odia casi todo y en ocasiones tenga pensamientos agresivos –aunque, como él mismo explica, es demasiado cobarde para acometerlos-.
El protagonista de El guardián entre el centeno es el reflejo de aquellos jóvenes que se rebelaron contra las sociedades occidentales en una época en la que reinaba una visión almibarada de la adolescencia, donde no se retrataba la ansiedad, ni las frustraciones ni la sexualidad de los adolescentes. Es recomendable leer esta obra para comprender la perspectiva de aquellos jóvenes y de los que aún hoy día, al igual que Holden, se sienten fuera de lugar en una sociedad en la que la hipocresía, la falsedad y el narcisismo están a la orden del día. A pesar de que la historia está ambientada a finales de los años 40, podríamos trasladarla a la actualidad y encontraríamos la misma problemática que sufre el protagonista, en cualquier sociedad occidental.
Como dice Holden, “los libros que de verdad me gustan son esos que cuando acabas de leerlos piensas que ojalá el autor fuera muy amigo tuyo para poder llamarle por teléfono cuando quisieras”.
Yo llamaría a Salinger si aún estuviera vivo.
Otro de los aspectos que más me gusta de la lectura es que Holden es un personaje que dista mucho del concepto de héroe que encontramos en muchas obras literarias y que llega a resultar repetitivo al lector. Él es un antihéroe y no le importa serlo. En mi opinión, es un personaje fascinante. Es fácil sentirse identificado con él si uno recapitula los años de adolescencia y recuerda esa etapa en la que muchos inician un viaje en el que deben encontrarse a sí mismos, ese momento en el que muchos hemos sido inconformistas por excelencia –cualidad que para mí es necesaria y que hemos llegado a perder obedeciendo las reglas de una sociedad a veces opresora-. Es por ese motivo que el lector puede llegar a empatizar con él y comprender su situación, a pesar de que el joven odia casi todo y en ocasiones tenga pensamientos agresivos –aunque, como él mismo explica, es demasiado cobarde para acometerlos-.
El protagonista de El guardián entre el centeno es el reflejo de aquellos jóvenes que se rebelaron contra las sociedades occidentales en una época en la que reinaba una visión almibarada de la adolescencia, donde no se retrataba la ansiedad, ni las frustraciones ni la sexualidad de los adolescentes. Es recomendable leer esta obra para comprender la perspectiva de aquellos jóvenes y de los que aún hoy día, al igual que Holden, se sienten fuera de lugar en una sociedad en la que la hipocresía, la falsedad y el narcisismo están a la orden del día. A pesar de que la historia está ambientada a finales de los años 40, podríamos trasladarla a la actualidad y encontraríamos la misma problemática que sufre el protagonista, en cualquier sociedad occidental.
Como dice Holden, “los libros que de verdad me gustan son esos que cuando acabas de leerlos piensas que ojalá el autor fuera muy amigo tuyo para poder llamarle por teléfono cuando quisieras”.
Yo llamaría a Salinger si aún estuviera vivo.
Valoración:
No hay comentarios:
Publicar un comentario